Ortodoxia

El adjetivo “Ortodoxo” ha expresado en la historia de la Iglesia Cristiana el hecho de predicar la “recta doctrina” (del Griego Ortós: recto y Doxa: doctrina). Este adjetivo lo asumieron las Iglesias que permanecieron fieles a la enseñanza cristológica del Concilio de Calcedonia (451). Sabemos que esa enseñanza no fue recibida en su momento por todas las Iglesias de Oriente, generando rupturas en el mundo cristiano que aún perduran. Finalmente, en el segundo milenio, después de la ruptura de la comunión eclesiástica por causa de la decisión de Roma (1054) de separarse del Conjunto de Iglesias o comunidades primeras (Pentarquia), el adjetivo “Ortodoxo” se ha aplicado en el común de las personas de manera exclusiva a las Iglesias Orientales de rito bizantino, mientras que la Iglesia de Occidente o Romana, retuvo para sí el calificativo de “Católica”. Sin embargo la Iglesia Ortodoxa es plenamente la única que puede ser calificada como Santa, Católica y Apostólica.

Para los Católicos Romanos, desde su propia visión de la Iglesia, o por lo que les han enseñado, es común saber que la Iglesia Ortodoxa es la única estructura organizada jurídicamente, “semejante” a la Iglesia Católica Romana. Por eso muchos dicen: “son lo mismo”.

El Papa Juan Pablo II, declaró en su Carta Apostólica “Orientale Lumen” del 2 de mayo de 1995:

“Dado que creemos que la venerable y antigua tradición de las Iglesias Orientales forma parte integrante del patrimonio de la Iglesia de Cristo, la primera necesidad que tienen los Católicos consiste en conocerla para poderse alimentar de ella y favorecer, cada uno en la medida de sus posibilidades, el proceso de la unidad.

Nuestros hermanos Orientales Católicos tienen plena conciencia de ser, junto con los hermanos Ortodoxos, los portadores vivos de esa tradición. Es necesario que también los hijos de la Iglesia Católica de tradición latina puedan conocer con plenitud ese tesoro y sentir así, al igual que el Papa, el anhelo de que se restituya a la Iglesia y al mundo la plena manifestación de la catolicidad de la Iglesia, expresada no por una sola tradición, ni mucho menos por una comunidad contra la otra; y el anhelo de que también todos nosotros podamos gozar plenamente de ese patrimonio indiviso, y revelado por Dios, de la Iglesia universal que se conserva y crece tanto en la vida de las Iglesias de Oriente como en las de Occidente.”

Sin embargo, y pese a los pedidos del Papa Juan Pablo II en Latinoamérica, no es así, e incluso sacerdotes y hasta obispos de la Iglesia Católica Romana, no conocen ni entienden a la Iglesia Ortodoxa, su hermana original, o quizás no desean que se sepa. Por esto, la primera definición importante para Ud que nos visita por Internet, es comprender que la Iglesia Ortodoxa, es Cristiana, Católica y Apostólica, y que a diferencia de la Iglesia Católica Romana, tiene una eclesiologia (concepto sobre lo que debe ser la Iglesia) que difiere tanto en algunas cosas teológicas, como en administración, y en conceptos prácticos. En definitiva la Iglesia Ortodoxa, es la Iglesia fundada por Jesucristo, sin cambio, por ende es la ORIGINAL.

Asi que, llamamos “Ortodoxia” a la plena comunión de varias Iglesias locales “autocéfalas”. ¿Qué significa esto? Que cada una de esas Iglesias puede resolver por sí misma todos sus asuntos internos, teniendo como base la propia autoridad, comprendida la capacidad jurídica de nombrar y remover a sus propios obispos, incluso a los Patriarcas. Por tanto la Iglesia Ortodoxa, no tiene un Papa, que sea el único administrador o gobernante de la Iglesia, sino que tiene un sistema colegiado, es decir Sinodal, donde todos los obispos son iguales, y eligen a uno, que solamente hace un papel de representante, de todos, pero no es el único administrador. El ámbito de jurisdicción de cada Iglesia se determina, en principio, territorialmente; suele hablarse del “territorio canónico” de una determinada Iglesia. Las relaciones entre las diferentes Iglesias autocéfalas se establecen por una precedencia de honor, que responde a razones sobre todo de tipo histórico.

El primer lugar correspondía al Patriarcado ecuménico de Constantinopla, que conservaba un cierto privilegio de iniciativa para promover asuntos de interés común a toda la Ortodoxia, lastimosamente después de su posición unilateral de imponer el calendario del Papa Gregorio de Roma, y poco a poco después de 1924, ha iniciado un camino pro ecumenista, con conceptos gravemente equivocos, por lo que ese privilegio de un cierto primado hoy no lo reconocen en el mismo grado y de manera indiscutida todas las Iglesias Ortodoxas, por lo que no se debe pensar que el Patriarca ecuménico es una especie de “Papa Ortodoxo” al cual todos los Ortodoxos le deben sujeción, esto es un error grave. Esa idea es totalmente contraria a la verdad original ortodoxa, y con tristeza se ven algunos sectores, interesados en crear esta imagen falsa. En particular el mismo Patriarcado de Constantinopla.