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En la segunda mitad del siglo XVIII fueron descubiertos, por los pescadores rusos, las islas Aleutianas en el océano Pacifico que se extienden como una larga cadena desde la costa oriental de Kamchatka hasta la costa occidental de la América del Norte. Con el descubrimiento de las islas Aleutianas se presentó la necesidad de cristianizar a los lugareños, quienes se convirtieron en los ciudadanos rusos.

Para este trabajo apostólico el Santo Sínodo pidió al starez de Valaam, Nasario, elegir a los más dotados monjes en su monasterio. Así, en el año 1793 fue organizada una misión eclesiástica de 10 monjes y enviada para predicar la palabra de Dios a los salvajes habitantes del Noreste de América. Entre los miembros de esta misión estaba el monje Germán de treinta y tres años, hijo de una familia de comerciantes. Gracias a la diligencia de estos monjes misioneros la fe cristiana se empezó a divulgar rápidamente — entre los nuevos hijos de Rusia. Unos miles de paganos se cristianizaron. Fue organizada la escuela para los recién bautizados chicos y edificada la primer iglesia.

Seis años después, el padre Germán eligió para estar sólo y orar la isla de Abeto que el llamó el nuevo Valaam. La isla de Abeto estaba separada de la principal isla Kodiak con un estrecho de dos kilómetros. Esta pequeña isla totalmente cubierta de bosques y con un arroyo que corría en medio de la isla. Sobre esta isla el venerado Germán se esforzaba en sus grandes esfuerzos espirituales durante más de 40 años. San Germán llevaba la misma ropa en verano y en invierno. Como cama utilizaba un pequeño banco cubierto con lana de reno y en la cabecera de la cama dos ladrillos. En lugar de la manta se cubría con una tabla de madera, la cual debía cubrir sus restos mortales, según su determinación. Para hacer sus esfuerzos espirituales más difíciles San Germán llevaba debajo de la ropa pesadas cadenas que no se sacaba nunca. Estos cilicios con sus reliquias se conservan en la iglesia de Kodiak. Siendo una persona amable y abierta, San Germán se convirtió con los años en el padre de los aleutianos. Enseguida trataba de solucionar sus dificultades, defendía ante las autoridades a los que cometían una falta, defendía a los ofendidos, ayudaba a los necesitados con todo lo que estaba a su alcance. Los aleutianos con sus hijos lo visitaban seguido. Uno pedía consejo, otro se quejaba de la opresión — pedían su ayuda. Starez trataba de ayudar a cada uno. El amor a los aleutianos por parte del padre Germán llegaba hasta la abnegación. Cuando hubo una epidemia mortal, donde sufrieron los aleutianos durante un mes, el padre Germán olvidándose de sí mismo visitaba a los enfermos diciéndoles que aguanten, que recen, que se arrepientan, así ayudaba también a los moribundos. Starez se preocupaba especialmente por el estado moral de los aleutianos. Con este fin el fundó una escuela para los chicos huérfanos aleutianos, donde les enseñaba la Ley Divina y el canto en la iglesia. Con el mismo fin en la capilla, cerca de su celda, el juntaba a los aleutianos los días domingo y feriados para una oración conjunta. Aquí, sus alumnos leían las oraciones, uno después del otro y starez leía la vida de los Apóstoles y el Evangelio y les sermoneaba. Durante los oficios religiosos cantaban sus alumnos, bien y harmoniosamente. A los aleutianos les gustaban mucho las charlas del padre Germán — muchos lo visitaban. Estas charlas dejaban una inolvidable impresión sobre los oyentes. También visitaban al padre Germán los marineros rusos que llegaban con sus barcos a Alaska. Una vez invitaron a starez a visitar la fragata que vino de San Petersburgo. El capitán de la fragata, un hombre muy culto, quien fue enviado a América por el orden imperial para revisar las colonias. Con el capitán se encontraban cerca de 25 oficiales, también gente instruida. Entre esta gente estaba sentado un humilde monje de baja estatura y vestido con ropa vieja, quien con su sabia conversación dejó a sus interlocutores perplejos. El mismo capitán contaba: «No sabíamos que contestar, nos sentíamos tontos delante de él.» EL padre Germán les pregunto: «¿Señores que más aman ustedes y que les gustaría tener a cada uno de ustedes para ser felices?» Llovieron las respuestas. Unos querían ser ricos, otros escalar las posiciones en su trabajo, una belleza para ser su esposa, un hermoso barco para dirigirlo y otras cosas así.» ¿No les parece? — les dijo padre Germán, que todos vuestros deseos se pueden resumir en uno. «Cada uno desea, lo que de acuerdo a su pensamiento es mejor y digno de ser amado» — «;Así es! le contestaron todos. Que dirían ustedes — continuaba starez — ¿que puede ser mejor que todo y primeramente digno de amor, sino Nuestro Señor Jesús Cristo? El único que nos creó, nos adornó con tantas perfecciones, ¿Quien nos dio la vida a todos, Quien todo conserva y alimenta, Quien ama a todos, Él más hermoso de toda la gente y Quien Mismo es el amor? ¿No se debe entonces amarlo y buscarlo por encima de todo?»

Todos hablaron: «Si, naturalmente» «Esto es así.»Entonces preguntó starez: «¿Aman ustedes a Dios?» Todos contestaron: «¿Naturalmente, nosotros amamos a Dios, como se puede no amar a Dios?» «Y yo, pecador, durante más de 40 años trato de amar a Dios y no puedo decir que lo amo absolutamente» les contestó Germán y empezó a demostrar como hay que amar a Dios. «Cuando nosotros amamos a alguien siempre nos acordamos de él, tratamos de hacer lo que él quiere, día y noche nuestro corazón piensa en esto, así es señores que ustedes aman a Dios, ¿se acuerdan de Él muy seguido, siempre rezan y cumplan Sus Santos Mandamientos?» «Tuvimos que confesar que no»»Para nuestro bien, para nuestra felicidad hagamos una promesa que a partir del día de hoy, desde este mismo instante, trataremos de amar a Dios ya por encima de todo y cumplir Su Santa Voluntad" Así llevaba padre Germán su hermosa charla en sociedad. Sin duda, esta charla debía quedar en los corazones de sus oyentes para toda la vida.

En general padre Germán era locuaz, hablaba con propiedad, sensatez e iniciaba a la virtud. La mayor parte hablaba sobre la eternidad, sobre la salvación, sobre la vida futura, sobre los destinos Divinos; comentaba mucho la vida de los Santos, pero no decía nunca algo demás. Era muy agradable escucharlo. Los que charlaban con el se entusiasmaban tanto que recién a la madrugada y sin muchas ganas los aleutianos y sus mujeres lo dejaban. Padre Germán era de baja estatura. Su cara pálida era arrugada, sus ojos de color gris-celeste tenían un brillo especial, todos los rasgos de la cara de starez reflejaban la felicidad Divina, que él poseía. Hablaba en voz baja de una manera agradable, humilde, con carácter tranquilo, dulce y cautivante mirada, sonrisa agradable y una palabra dulce atraían a todos como el imán.

Se dedicó por completo al servicio del Señor. Pasó decenas de años con muchos sinsabores y privaciones. San Germán recibió de Dios el don de clarividencia y de hacer milagros. Cuando se acercó el tiempo de su paso al otro mundo, San Germán pidió a su discípulo Geracimo prender las velas delante de los iconos y leer el libro de Los Hechos de los Santos Apóstoles. Un tiempo después su cara se ilumino y él dijo en voz alta: «¡Gracias a Ti, Señor!» Después starez inclinó su cabeza sobre el pecho de Geracimo y la celda se lleno con un aroma. En este momento la cara del padre Germán se iluminó y el se fue en paz con el Señor en el mes de diciembre en el año 1837, teniendo 81 años de edad de su vida justa. A la hora de su muerte los habitantes de un poblado cercano vieron una clara columna que se elevaba de la isla de los Abetos hacia el Cielo. Para ellos esta fue la señal del paso de starez al mejor mundo adonde él quería irse desde su juventud.

Los aleutianos ortodoxos veneran, hasta el día de hoy, el recuerdo de San Germán y muchas veces bautizan a sus hijos con su nombre. De las enseñanzas del Venerable Germán.

1. «¿Qué es lo que usted ama por encima de todo y que necesita para su felicidad? ¿No es verdad que de diferentes deseos se puede llegar a uno sólo? ¿Cada uno de nosotros desea aquello que él considera el mejor y más amado? ¿Que puede ser mejor y superior al Mismo Dios Jesús Cristo, Quien hizo el cielo y embelleció todo, dio vida a todo, conserva todo, alimenta a todos y ama a todos. Que es Amor, lo más hermoso entre los hombres? ¿No debemos poner por encina de todo el amor a Dios, buscarlo y desearlo? ¡Yo, pecador, durante 40 años trato de aprender y no puedo decir que lo amo completamente! ¿Cómo tenemos que amar a Dios? Si nosotros amamos a alguien, entonces lo recordamos siempre, tratamos de ser agradables con el día y noche. Nuestro corazón y pensamientos de los que amamos. ¿Ustedes aman a Dios así? ¿Lo invocan a menudo? ¿Se acuerdan siempre de Él? ¿Rezan siempre y cumplen Su Voluntad? ¿A Sus Santos Mandamientos?

«¡Por nuestro bien, para nuestra felicidad hagamos una promesa que desde este día, desde esta hora, desde este minuto — trataremos de amar a Dios por encima de todo y cumplir Sus Mandamientos!»

2. Tenga una fe consiente

La fe y el amor a Cristo hacen a un verdadero cristiano. Nuestros pecados no nos impiden ser cristianos de acuerdo a la palabra del Mismo Salvador: Él dijo: «No vine a llamar a los justos, pero salvar a los pecadores. Hay más alegría en el cielo cuando uno pide perdón, que sobre los 99 justos." Así a la mujer de malvivir que tocó Sus pies. Al fariseo Simón decía: «Quien tiene amor se le perdona mucho, pero quien no tiene amor se le exige mucho más.! Con estas reflexiones el cristiano debe tener la esperanza y alegría y no prestar atención a la desesperación. Hay que tener un escudo de fe. Que en nuestro tiempo es:

a). El conocimiento y el amor al oficio religioso ortodoxo, tradición e historia. b) Esta es el escudo de la fe — Clara comprensión de la parte espiritual de las herejías, sectarismo, ecumenismo y comunismo. (Lo que ahora pasa en Rusia y en todo el mundo — redacción.)

3. Lleve una pelea constante

«No estamos entre las olas marinas agitadas, pero entre el hermoso y muy agitado mundo, según las palabras de los apóstoles. A pesar de no tener la felicidad que tenían los santos apóstoles, nuestra pelea es con el mismo principio inmaterial y con los poderes que habitan en la oscuridad de este siglo. Con los espíritus de maldad por debajo del cielo, quienes tratan de agarrar y no dejar entrar a todos los que van a nuestra patria celestial. De acuerdo a las palabras del Santo Apóstol Pedro: «el enemigo nuestro, el diablo, anda como el león hambriento buscando a quien puede tragar.» El pecado, para el Dios que nos ama, es como una flecha del enemigo durante la batalla.

4. Tenga una meta en la vida

«El verdadero cristiano es un guerrero, quien trata de pasar a través de los ejércitos invisibles del enemigo hacia su patria Celestial.» Los vanos deseos de este siglo nos alejan de la patria celestial. El amor a ellos y la costumbre visten a nuestra alma con un innoble vestido. Los apóstoles lo llamaron "el exterior del hombre.» Nosotros, caminando en esta vida terrenal, llamamos a Dios para que nos ayude entonces debemos quitarnos lo innoble y vestirnos con nuevos deseos, con nuevo amor del siglo venidero (enriquecimiento del Espíritu Santo) y así conocer nuestro acercamiento o alejamiento de nuestra patria celestial. (El Justo San Juan de Kronstadt aconsejaba para esto llevar diarios espirituales que le ayudaron mucho para conseguir la costumbre para la vida espiritual) Pero esto no se puede hacer rápidamente, hay que seguir el ejemplo de los enfermos, quienes queriendo estar sanos siempre buscan remedies para curarse.

5. Habla sobre la verdadera Ortodoxia Griega

«¡Oh, mi espíritu esta extasiado! ¡Me encuentro entre el buen tiempo y el mal tiempo, entre alegría y aburrimiento, entre el bienestar y la carencia, de no tener o tener hambre, calor o frío, con todos mis pesares recibo algo que me alegra cuando escucho las charlas o prédicas y división para esto de diferentes limites! ¡Gloria a los destinos del misericordioso Dios! El es sorprendente con su Providencia. Hoy me mostró algo nuevo, que yo viviendo durante mucho tiempo en Kodiak no vi. Hoy después de Pascuas, una joven mujer que no me conocía y nunca me había visto, vino y escuchando sobre la encarnación del Hijo de Dios y sobre la vida eterna, se inflamo de amor a Jesús Cristo, que no me quería dejar. Yo lo observo con gran asombro, me acuerdo de las palabras del Salvador «Lo que no conocen los sabios y sensatos, lo saben los niños» Imitándola a ella hay otros que quieren hacer lo mismo, también muchos del sexo masculino… «¡Pero los que se alejaron de la verdadera Iglesia Ortodoxa, no se encuentran sobre el verdadero camino!»

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